Entrada de toros y caballos de Segorbe

Frenesí, emoción y nobleza

Suenan las dos de la tarde y el disparo de un chupinazo rompe el cielo. A partir de ese momento, a miles de personas en un recorrido de poco menos de 500 metros se les acelera el pulso. Una manada de seis toros enfila un recorrido frenético que parte junto a la torre del Botxí (torre del verdugo) por la calle Argen y hasta llegar a la plaza de los Mesones. Allí se produce la llamada «reunión», ya que trece caballistas los esperan en su montura para guiarlos por la calle Colón hasta la plaza de la Cueva Santa, convertida para esta fiesta en una plaza de toros.

Es en ese momento, cuando la manada avanza abrazada por una formación de herradura de caballos y jinetes, cuando la emoción se extiende entre el público. Los asistentes, de manera innata, arrastrados por el riesgo, comienzan una singular coreografía dando pequeños saltitos tratando de ver la carrera que se ha venido a denominar popularmente el «baile de punticas».

La Entrada de toros y caballos de Segorbe tiene desde 2005 el reconocimiento de Fiesta de interés turístico internacional y desde 2011 Bien de interés Cultural Inmaterial.

La estampida que crean toros y jinetes recorre la calle Colón como una exhalación. El público es la única barrera que contiene a la manada. Una multitud que abre paso a los toros exponiendo su cuerpo al riesgo del paso de los animales. 

Con habilidad y destreza, los caballistas, solo armados con una vara, inducen el camino a los toros, dejándolos a la puerta de la plaza para que entren en solitario en el recinto donde luego serán lidiados.

Durante cinco días seguidos, en la segunda semana de septiembre, Segorbe se brinda al toro con respeto, poniendo en valor su tradición y homenaje a la valentía de los jinetes y a la nobleza de los animales.

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