Cuando Alberto Roda Segarra, un simple vecino de Tirig, descubrió en 1917, por casualidad, un grupo de pinturas extrañas en la roca junto al barranco de la Valltorta, nadie podía presagiar que aquel hallazgo se convertiría en lo que se ha venido a denominar “la capilla sixtina” del arte rupestre levantino. Existen centenares de figuras naturalistas en los 21 abrigos que componen el parque natural de la Valltorta-Gassulla. Solo en el Abrigo Centelles, se cuentan más de 150 ideogramas que representan a la caza de jabalíes, ciervos o cabras, así como una más que probable “danza guerrera”, y escenas con protagonistas femeninas que indican los usos de los primeros pobladores de estas tierras.
Aquel legado de los hombres de la prehistoria, lo podemos disfrutar ahora, con facilidad gracias a su cercanía, yendo directamente a las cuevas que lo albergan, acudiendo al Museo de la Valltorta, que recorre el Arte Rupestre Levantino mediante exposiciones explicativas, o incluso, gracias a las nuevas tecnologías, ya que una nueva app, posibilita ver realzadas, las figuras impresas en estas cuevas del Maestrazgo castellonense.
Está considerado como uno de los núcleos de pinturas rupestres al aire libre más importantes del mundo.
Las pinturas de los abrigos de las laderas del barranco de la Valltorta fueron catalogadas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1998. Desde entonces, es uno de los paisajes más espectaculares de la provincia para descubrirlo acompañados, incluso de la familia.
El punto de encuentro lo situaremos en el Plà de l’Om (el llano del Olmo), donde se ubica el Museo de la Valltorta, ideado por los arquitectos Miguel del Rey e Iñigo Magro, para albergar el centro de interpretación de este parque de arte rupestre. El arquero de la Valltorta preside ahora la exposición, tras sufrir el expolio que lo llevó a estar siete décadas fuera de el enclave que constituyó su creación.
Desde allí, un guía especializado del museo nos acompañará siempre, a cualquiera de los abrigos, repasando los conocimientos que tras casi un siglo de investigaciones, ahora conocemos al detalle. La vegetación y el entorno, se convirtieron hace 7000 años, en el lugar idóneo para la caza de subsistencia. Allí, a resguardo de las inclemencias del tiempo, los arqueros y cazadores, pintaban sus cobijos, a la espera de las piezas que constituirían su sustento.
La Cova dels Cavalls («Cueva de los Caballos»), la más cercana al museo y la más accesible, nos permite recorrer a pie, el tramo que dista hasta el abrigo escondido en el inicio de la pendiente hasta el barranco. En su interior, un grupo de arqueros acechan y disparan sus flechas contra una manada de ciervos compuesta por un ciervo adulto, otro joven, cinco ciervas y dos cervatos. El Mas d’En Josep, la Cova de Ribassals o del Civil, la Cova Remigia, las cuevas de La Saltadora, en un precipicio que desafía la caída del agua y los espacios del Abrigo Centelles, son los enclaves de este paraje que siempre significa para el viajero, un hallazgo en el que comprender cómo vivían nuestros antepasados y cómo el arte significó en la evolución de los primeros indígenas de estas tierras.