“A veces cuando me llaman de un hotel para que les visite y les dé mi opinión sobre una reforma que han hecho para hacer el baño accesible, al verlo le digo al dueño: siéntate en la banqueta y sin moverte de allí, coge el jabón. Entonces ves cómo le cambia la cara. No hace falta decir más”, así explica Miguel Nonay una labor callada pero importantísima de poner en valor la accesibilidad en el turismo.
Nonay, bloguero, turista y optimista empedernido, ha recorrido la provincia de Castellón testeando si de verdad estamos preparados para todos los públicos. No sólo para quienes como él viajan en silla de ruedas, sino también para personas mayores con baja movilidad o incluso, si me apuran, familias con carrito. El examen castellonense para este viajero sin límites ha sido sobresaliente. “Castellón está a un nivel muy superior a otras zonas del mediterráneo, tanto nacionales como del extranjero”, afirma.
Miguel Nonay visitó 10 pueblos de Castellón, de ellos destaca los hoteles perfectamente adaptados y la excelente gastronomía. Su sugerencia: dar a conocer más la provincia como turismo accesible “es un valor añadido”.
En Navajas llegó hasta la cascada del Salto de la novia, en Canet lo Roig quedó fascinado por la ruta de los olivos milenarios que se encuentra totalmente adaptada. En Segorbe, saboreó una “deliciosa” cata de aceites en el Museo y fue testigo de excepción de las carreras de toros y caballos. “Evidentemente pude ver la carrera gracias a que un vecino me permitió hacerlo desde su balcón. Pero estoy seguro de que si una persona con dificultades para moverse quiere verlo, la hospitalidad de los segorbinos lo hace posible. Además, ya les he hecho sugerencias para poder habilitar espacios donde las personas con discapacidad podrían presenciarlo y sería fantástico”, asegura Nonay quien no dudó tampoco en probar el kayak en el embalse de Arenós en Montanejos.
Desde sus blogs, Miguel Nonay ha contado su experiencia en Castellón, donde también visitó la costa y con su handbike (un manillar adaptado que convierte su silla de ruedas en un vehículo casi todo terreno), recorrió los casi cinco kilómetros de costa que unen el Grao de Castellón con Benicàssim. Es aho, en la playa de la Almadraba benicense, donde Miguel Nonay cuenta haber pasado uno de los mejores momentos del viaje. “No solo hay un punto de playa accesible, sino un espacio para descansar y tomar el sol o disfrutar leyendo a la sombra. Con una plataforma de sillas dentro del propio mar, desde las que puedes lanzarte a nada. Con duchas adaptadas, sillas anfibias y un personal de asistencia amabilísimo”.
Miguel destaca que el turismo accesible no es especial, ni una superprotección del viajero. Simplemente es facilitar que todos puedan hacerlo todo. Muchas veces solo hay que articular protocolos de cómo incorporar la movilidad a nuestra oferta.